Techo: los secretos de la ONG que ya movilizó a más de 40.000 jóvenes en Argentina
Los beneficiarios de las casas firman un contrato por el cual se comprometen a participar activamente de la construcción y a no venderla ni alquilarla por dos años. Pagan una suma simbólica de $720 (el valor total del módulo es de $ 12.000) y deben usarla solamente como vivienda familiar.
Por Teresa Sofía Buscaglia / La Nación
Trabaja en villas y asentamientos de varias provincias donde sus voluntarios llevan construidas 8,800 viviendas de emergencia para familias extremadamente pobres; su crecimiento explosivo no está exento de críticas.
En el último año, la ONG Techo organizó lo que llamó "la construcción más grande de la Argentina". Participaron 1500 voluntarios, la mayoría estudiantes de escuelas secundarias de Buenos Aires, convocados por esta organización que moviliza a miles de jóvenes en varios países de América latina. Fueron tres días de sol radiante y de mucha energía para
construir 256 viviendas de emergencia en 13 asentamientos del conurbano.
Pero esta no fue una jornada excepcional: en la Argentina. Más de 40.000 jóvenes ya participaron en la construcción de unas 8.800 viviendas de madera que, aunque sigan siendo precarias, para las familias que las habitan significan la posibilidad de dormir en un lugar seco y aislado de las temperaturas extremas.
¿Cómo funciona esta ONG, que se convirtió en un imán para jóvenes de clase media y media alta?
Aquel fin de semana, LA NACION participó de una de las construcciones. Los voluntarios se instalaron en escuelas públicas y allí formaron las cuadrillas de diez integrantes como máximo.
Andrea Pereyra, una de las beneficiadas, es madre de cinco hijos y nos recibió con mucha timidez. "Mi casa anterior se me inundó con la subida del arroyo y perdí todo. Ahora vivimos en la de mi mamá, pero quiero darles un mejor lugar a los chicos ", dijo.
Su hija mayor, Malena, tiene 16 años y actúa como una madre más, cuidando a sus hermanitos para que no se lastimen con las herramientas. Va a la escuela y se sonríe con
ilusión, al confesar que quiere ir a la universidad.
Los beneficiarios de las casas firman un contrato por el cual se comprometen a participar activamente de la construcción y a no venderla ni alquilarla por dos años. Pagan una suma simbólica de $720 (el valor total del módulo es de $ 12.000) y deben usarla solamente como vivienda familiar. El plan de construcción es de dos días. Las casas miden 3 por 6 metros y constan de paneles de madera que se encastran como un Lego. El primer día de construcción se ponen los pilotes sobre los que se asentará.
La parte más dura del trabajo es medir, cavar y nivelar, sin usar máquinas eléctricas por una cuestión de seguridad. Los chicos trabajan y los dueños de casa también. A la tarde se deja el piso instalado. A la mañana siguiente se colocan las paredes, las ventanas y la puerta. Después del almuerzo llega la parte final: las vigas y el techo. No se construyen instalaciones sanitarias ni eléctricas.
"En 2011 le construyeron la casa a mi hermana y yo no podía creer que estos chicos lo hicieran a cambio de nada. Me sumé porque pensé que si ellos podían, yo también. Hace tres años que les vengo construyendo casas a mis vecinos", cuenta Paola Palacio, una voluntaria de TECHO que vive en este barrio y trabaja como empleada doméstica.
Techo nació en Chile en 1997 a partir de un grupo de estudiantes universitarios que querían ayudar a resolver la situación de emergencia tras el terremotode aquel año. La idea fructificó y se desparramó en toda América latina.
Rücker, alumno del Colegio Goethe, resumió así su primera experiencia en Techo: "Cuando me anoté, tenía miedo de entrar en un mundo completamente nuevo. Pero al conocer a Mirta (la dueña de la casa que construyó) y a sus dos hijas, ese miedo desapareció. Yo entregué tres días de trabajo, pero siento que no aporté nada en comparación con lo que me aportaron ellas".
Techo no recibe siempre halagos. Desde el extracto social medio alto de muchos de sus voluntarios hasta su forma de financiamiento. Sus fondos lo conforman el dinero que reciben por las construcciones, colectas, eventos propios y aportes de empresas polémicas (la banca internacional y la minería). No adhieren a ningún partido, lo que los hace mucho más independientes, pero, a su vez, con poca llegada para lograr políticas públicas efectivas a través del Congreso.
Otro lado polémico en la ayuda social que brinda Techo es la "legalización" del asentamiento que ocupan. Para solucionarlo, presentan la actualización de los mapas catastrales y realizan propuestas para darles un título de propiedad a los habitantes
de las casas construidas.
"La ocupación de tierras es la única solución que encontraron miles de personas en nuestro país para hacerse un lugar en el espacio urbano. Techo busca transformar asentamientos precarios en comunidades integradas social y territorialmente, en un hábitat adecuado que les permita alcanzar su pleno desarrollo como familias", explica Julia Gabossi, directora social de Techo Argentina.
Para más información
http://www.techo.org