Prótesis que devuelven esperanza
La pierna que Walter Aguilar perdió a los 17 años, lo motivó a convertirse en un ortoprotesista que con sus creaciones enciende la llama de la fe de decenas de discapacitados en el sur de Honduras.
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Cada prótesis lleva un proceso, se toman medidas y el beneficiado es sometido a un proceso de preparación hasta que puede manejarla.

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El arduo trabajo que desempeña Walter Aguilar con los otros voluntarios da como resultado un producto lo más parecido a la piel humana.

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Godofredo Paz de 75 años, quien perdió su pierna hace 30 años, se hace las últimas pruebas de la prótesis que elaboró a su medida Walter Aguilar.



Por Julissa Mercado
francis.mercado@elheraldo.hn

Fotografías: Marvin Salgado

Tegucigalpa, Honduras. El año 2001 lo recuerda como si fuera hoy. Traer a su mente la tarde de ese trágico día le produce un manjar de sentimientos, algunos de tristeza, pero otros de alegría y de esperanza. Ese año, Walter Aguilar Turcios, era un joven de 17 años que amaba la libertad que su oficio como cazador le daba. Sin embargo, en uno de esos días en los que regresaba de Nicaragua a Honduras después de una larga jornada trabajo, un accidente automovilístico cambió su vida para siempre. "El conductor se durmió, cerró sus ojos por un instante, al despertar frenó muy fuerte, yo iba en la paila y me estrellé en un troco que traíamos y caí al suelo”, relata. El impacto causó una herida abierta y múltiples facturas en su pierna derecha y la contaminación que recibió en el suelo ocasionó una infección severa que al final terminó con la amputación de su extremidad. En ese momento todo parecía perdido. Walter pensaba que su vida había acabado, ninguna mujer se fijaría en él y no cumpliría su sueño de ser papá.

Pero su vida dio un giro de 180 grados no solo para convertirlo en esposo y padre de una hermosa niña, sino para convertirlo en el embajador de los que al igual que él han perdido una pierna. “Al sufrir mi accidente tuve que ser amputado pero al obtener mi primera prótesis tuve la oportunidad de ser capacitado y asistir a la universidad”, comenta. Hoy a sus 31 años, después de haber obtenido su título en la universidad de Don Bosco, El Salvador, Walter se desempeña como ortoprotesista del Centro Protésico Vida Nueva, ubicado en la ciudad de Choluteca, al sur de Honduras, un país centroamericano con 8.2 millones de habitantes. Esta organización fue fundada, con apoyo económico externo en 2003 ante la necesidad de atender a víctimas de minas anti personas que habían perdido piernas o brazos.

Sin embargo, con el tiempo el centro ha ampliado sus servicios a los migrantes que perdieron alguna extremidad al emprender su viaje de forma ilegal a Estados Unidos y a las personas víctimas de la diabetes. Desde su creación Walter ha sido el encargado de elaborar las prótesis de polipropileno y ortesis de este centro en el que laboran cinco personas, entre ellas Trinidad Rodas, el guardia de seguridad, que también utiliza prótesis. Según Walter el centro ha elaborado más de mil prótesis que no solo llevan dedicación sino también amor y pasión.

“Cada vez que hago una pienso en cómo esta pierna o este brazo plástico le cambiará la vida a la persona que lo recibirá, así como un día me la cambió a mi cuando pensé que todo estaba perdido”, expresa. Asegura que su trabajo es doblemente especial ya que además de hacer la prótesis intenta que el aspecto físico de ésta sea el más parecido al miembro humano. “Se trata de elaborar una prótesis que sea adaptable, cómoda para el paciente porque yo utilizo una”, dice. “He recibido comentarios muy bonitos de la gente, ellos al ver que yo uso prótesis están más esperanzados de que van a poder caminar al igual que yo”, agrega.

Costo
Reina Estrada, directora ejecutiva del Centro Protésico Vida Nueva, explica que por ser una institución de carácter privado, por cada prótesis las personas deben pagar entre 10 mil a 14 mil lempiras, es decir entre 500 a 700 dólares. Sin embargo, para personas de bajos recursos económicos, aquellos que viven con menos de un dólar al día, el centro las brinda de forma gratuita con el patrocinio de la Cruz Roja Hondureña que cubre los costos del material. La labor del centro va más allá. Tras recibir la prótesis, la persona es sometida a un taller de capacitación en el que le explican cómo utilizar su nuevo miembro y cuáles son los cuidados que debe recibir durante y después del uso. “El paciente se va de aquí totalmente cambiado, cuando vienen llegan deprimidos, con su moral baja, tristes, pero cuando reciben su prótesis se llevan realmente una vida nueva, por eso el nombre del centro”, comenta.

Adiós depresión
Uno de los pacientes de este centro es don Godofredo Paz de 75 años, quien perdió su pierna izquierda hace 30 años después de que una roca de más de 300 kilos le cayera durante una jornada de trabajo. Hace nueve años conoció la existencia del centro y fue ahí cuando su vida cambió. “Me dijeron del lugar y fui a conocer, pregunté qué precio tenían, en ese entonces costaban 7 mil lempiras (cerca de 350 dólares), les dije que solo andaba 3 mil (150 dólares) y me dijeron: ‘véngase que aquí se la vamos a dar’ y desde ahí no paro de sonreír”, recuerda. En Honduras existen más de 850 mil personas con algún tipo de discapacidad, cerca del 35 por ciento de estas han perdido alguna extremidad.

Más información en
provinu2003@yahoo.com.mx
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